Las piedras preciosas son deslumbrantes y la mayoría han tenido muchos dueños pero ¿alguna vez has pensado en las historias que pueden tener detrás? ¿Quiénes han sido sus dueños? ¿o si tienen alguna leyenda espeluznante en su historia? Por eso hoy te mostramos 5 joyas que supuestamente están malditas…
Diamante Hope
Si hablamos de maldiciones esta es la joya más famosa, según cuenta la historia, todo el mundo que la ha adquirido ha sufrido muertes trágicas y sospechosas. Algunos dicen que este famoso diamante azul comenzó su trayectoria desde que fue robado de un templo hindú del ojo de la diosa Sītā por un sacerdote, que luego sería torturado y condenado a muerte por sacrilegio.
Más tarde Jean-Baptiste Tavernier la introdujo en Europa de contrabando. Era mercader de joyas francés, que luego murió al ser atacado por una manada de perros salvajes en Rusia. Después fue el rey Luis XIV. quien redujo su tamaño de 112,5 a 67,5 quilates, pero esto no sirvió para acabar con la mala fama de la piedra. En 1715, cuando estaba de visita el embajador del sha de Persia y por la curiosidad de éste, el rey francés mostró la pieza declarando que eran solo rumores y que el diamante no le podía hacer ningún daño. Ese mismo año, falleció.
Siguiendo su andadura el aún llamado “diamante azul” fue guardado en un cofre hasta que la esposa del rey Luis XVI, María Antonieta decidió lucir el diamante en 1774 y frecuentemente se lo prestaba a otra fanática de la piedra, la princesa de Lamballe. Al morir el rey y la reina en la guillotina y la princesa apaleada por una multitud, la leyenda solo aumentó.
Durante la revolución, unos ladrones se llevaron la joya y la vendieron a Wilhelm Fals. Este joyero holandés, picó el diamante en dos, una mitad la vendió al duque de Brunswick, que poco después cayó en quiebra, y la otra mitad la conservó para él. Se supo que su hijo le robó el diamante y lo vendió. Al poco tiempo Fals murió y su hijo se suicidó.
Hubo después muchos mas dueños y desgracias pero la historia más reciente es la de Evalyn McLean, una socialité estadounidense, quien compró la joya en 1911 y la lucía en reuniones sociales y sus fiestas privadas. Desafortudamente, su primer hijo murió atropellado por automóvil y su hija años más tarde por una sobredosis, su esposo se separó de ella por otra mujer y falleció sola después de ser internada en un sanatorio.
Harry Winston, el famoso joyero, fue su último comprador, le realizó un par de retoques para aumentar su brillo, la envió en correo regular en un sobre de papel marrón al Instituto Smithsoniano como una donación. Donde aún está expuesta hoy en día.
Diamante negro de Orlov
El Diamante negro de Orlov originalmente de 195 quilates, también tiene como origen un dios hindú, según historiadores era el ojo de una estatua de Brahma en Pondicherry, India, antes que un monje se fijara en la joya y la robara. Al poco tiempo murió de forma trágica y el diamante fue a parar a la realeza rusa, al ser comprado por el zar Orlov como regalo para la zarina Catalina II.
Perteneció a los zares rusos hasta la llegada de la revolución en 1917. Pasó por muchas manos, causando tragedias a su paso, hasta que en 1932 el empresario joyero neoyorquino J.W. Paris compró la gema y la llevó consigo a los Estados Unidos, donde poco después se suicidó lanzándose desde un rascacielos de la ciudad.
Las últimas dueñas, las princesas rusas Nadia Vygein-Orlov y Leonila Galitsine-Bariatinsky, también se suicidaron en 1940. Después de estas trágicas retahílas de muertes fue comprado por Charles F. Winson y cortado en tres partes asegurando que esa era la única forma de romper la maldición, que hasta el momento parece haber funcionado. La pieza más grande actualmente es de un 67,5 quilates y se encuentra enmarcado en 108 diamantes, suspendido de un collar de otros 124.
Fue comprado por el comerciante de diamantes Dennis Petimezas en el 2004, quien dijo que se encontraba “bastante confiado de que la maldición estaba rota”. Aunque como dicen de que más vale prevenir que lamentar, la actriz Felicity Huffman lo iba a utilizar en la entrega de los Oscar 2006 pero se arrepintió a último momento y prefirió no hacerlo.
Diamante Koh-i-Noor
“Montaña de Luz” en persa, actualmente es un diamante de unos 108 quilates, fue en su momento uno de los diamantes más grandes del mundo con 186 quilates. También tiene sus orígenes en la India, pasando por numerosas manos y monarcas hasta que en 1850 fue tomado por Compañía de las Indias Orientales y obsequiado a la Reina Victoria de Inglaterra. Su esposo, el príncipe Alberto, le molestaba su aburrida y poco brillante apariencia, por lo que decidió mandarlo a recortar y pulir para aumentar su brillo, por lo que terminó en un gema de 108 quilates.
Lo curioso de este diamante es que tiene una leyenda que lo sigue desde hace siglos, cualquier monarca hombre que lo ha usado ha sido destronado y caído en desgracia, pero las mujeres pasan ilesas a la maldición. Como relata este texto hindú que data de 1306:
“Quien posea este diamante dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad “
Por lo que durante su presencia en la monarquía británica siempre ha sido usado por las reinas o las consortes de los reyes. Actualmente adorna la corona de la reina madre y se encuentra en exhibición junto con las otras joyas de la corona británica en la Torres de Londres.
Ópalo maldito
La historia comienza en plena monarquía española cuando el rey Alfonso XII se enamoró de una hermosísima aristócrata italiana llamada Virginia Doini, condesa de Castiglione. A pesar de su gran amor, en el último momento decidió romper su relación y casarse con su prima María Mercedes de Orleans, probablemente por conveniencia de la corona.
Doini, con el corazón roto, envió su regalo de boda a los nuevos recién casados, un anillo de oro con un gran y hermoso ópalo como adorno. La nueva reina quedó encantada con la joya por lo que se convirtió en una de sus favoritas y lo usaba con frecuencia. María Mercedes murió solo cinco meses después de la boda, de un misterioso mal el 26 de junio de 1878.
La segunda muerte provocada por el anillo fue la abuela del rey Alfonso, María Cristina de Borbón-Nápoles, a quien se lo regaló después del funeral de su esposa. Murió poco después, el 22 de agosto. El anillo pasó a manos de la infanta María del Pilar, quién también falleció de una extraña enfermedad. Ocurrió lo mismo con la siguiente dueña de la piedra, la cuñada del rey, María Cristina, que se encaprichó del ópalo maldito y decía no ser supersticiosa.
El rey, al sentirse responsable por la desgracia que estaba ocurriendo en su familia, decidió lucir el ópalo a modo de penitencia. Murió a temprana edad de 28 años, su viuda, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena harta de la maldición lo mandó a bendecir, cambiarlo a una cadena de oro y que se luciera en el cuello de la Virgen de la Almudena, patrona de Madrid.
Delhi Purple Sapphire
El Delhi Purple Sapphire en realidad no es un zafiro, sino una amatista. Por décadas estuvo ignorado dentro de una pequeña caja en el Museo de Historia Natural de Londres, hasta que en 1970 fue hallada mientras se hacía un inventario de las propiedades del museo.
Lo intrigante fue que se encontraba dentro de varias cajas con una nota que decía “triplemente maldita y teñida con la sangre y el deshonor de todos los que la han poseído”. Fue escrita por Edward Heron-Allen, un escritor, importante figura de la época y último poseedor de la piedra.
Cuenta la la leyenda que la amatista llegó a Inglaterra desde India por el coronel W. Ferris, después que fuera robada del templo de Indra en Cawnpore, después de las revueltas de 1857. La joya está enmarcada en un marco de plata, con grabados de símbolos y dos pequeñas piedras talladas en forma de pequeños escarabajos egipcios. Desde el día que poseyó la joya hasta el día que murió según sus palabras “se convirtió en un desgraciado, perdió salud y dinero”, la misma suerte corrió su hijo al heredarla y un amigo de la familia se suicidó al poco tiempo de pedirla prestada.
En 1890 la joya llegó a manos de Edward Heron-Allen, que inmediatamente empezó a sufrir las consecuencias de la supuesta maldición. Hasta prefirió regalársela a un amigo que decía no creer en maldiciones. Pero este no tardo en devolvérsela por “ser abrumado por todo desastre imaginable”. Posteriormente, se la obsequió a una cantante muy amiga suya, la cual al poco tiempo perdió la voz y nunca volvió a cantar. Como último recurso y totalmente desesperado, Heron-Allen arrojó la joya a una canal y se creyó a salvo de la maldición. Pero 3 meses después se presentó un amigo en su domicilio con la piedra, ya que sabía que era el propietario y había sido encontrada por un dragador en el fondo del canal.
En 1904, agobiado y preocupado de que la amatista morada estuviese afectando a su hija recién nacida, la encerró dentro de 7 cajas dentro de un banco con la carta de advertencia de la terrible maldición. Edward Heron-Allen murió en 1943, y su hija, cumpliendo uno de sus últimos deseos se deshizo de la joya donándola al museo. Concluía en su carta “Cualquiera que abra las cajas leerá esta advertencia, y después hará con la gema lo que considere oportuno. Mi consejo es que la arroje al mar”. El nieto de Heron-Allen, Ivor Jones. siempre se negó a tocar la piedra: “Mi madre nunca lo hizo y nos recomendó que tampoco lo hiciéramos a causa de la maldición”, reveló.